domingo, 8 de julio de 2012

Tardes de verano "gusanitos de seda"

Aqui estoy en mi buhardilla, recordando. En las primeras horas de la mañana de hoy, me encontraba encontraba en compañia de mi padre, estabamos echados cada uno en una hamaca, en la terraza del frente de la casa, en este pueblecito encantador de Manzanares el Real, a nuestras espaldas pero bastante mas abajo, pues la casa esta situada sobre una roca en lo alto de la montaña rocosa, se escucha el ruido del trafico en la carretera, lejanamente, a orillas del pantano, hasta se divisa una pequeña playita, ocasionada por la escasez de agua en los ultimos meses, la sequia ha hecho que el nivel del agua disminuya y se deja ver hasta un caminito que atraviesa el pantano por un lado, cuando el nivel del agua esta bajo. Como empeze a decir, mi padre se encuentra a mi lado y empieza a contarme como mi bisabuelo tuvo que hacer, por ahi de los años veinte, mil novecientos veinte,para pagar el alquiler de un terreno de regadio, a orillas del arroyo de Valdebebas, que ascendia a la suma de doscientas pesetas al año, unos treinta y cinco euros, mas o menos. Nadie hoy en dia, hoy se podria creer una cosa asi. Mi abuelo era agricultor y de eso vivian, del fruto de sus cosechas que despues vendian en el mercado. En su casa, que no estaba muy lejos del arroyo, tenian entre otros una morera, un arbol cuyo fruto son las moras,y mi abuelo personalmente se encargaba de recolectar las moras que despues vendia a 0.35 centimos de peseta, la tazita, asi de taza en taza, y con la ayuda de otros frutos, podia vivir y cancelar la renta del terreno. Que recuerdos! Ese arbol de moras, me transporto a mi infancia, cuando a principio del año, mi mama me compraba los gusanitos de seda, que muy cuidadosamente mantenia guardados en una caja de zapatos, con agujeritos para darles ventilacion, y que por supuesto tenia la obligacion de alimentar. Cada tarde cuando regresaba del colegio, iba a casa de una vecina que tenia una morera, a recolectar algunas hojas verdes y frescas, que eran el unico alimento de los gusanitos. Y como engordaban!, con el tiempo comenzaban a construir su pequeña guarida de seda, solo con su saliba, eran casitas pequeñas, alargadas y blancas, parecian tan sensibles y delicadas, me encantaba ver el proceso, y que decir del resultado final, cuando esa casita enpezaba a moverse y terminaba rompiendose, apareciendo una bella mariposa, ese si que era un momento especial en mi vida, era fascinante. La dejaba libre, volar y cuando ya salia la ultima, me despedia hasta el año siguiente, que me volvieran a comprar los gusanitos. Tenian un olor especial, cada vez que habria la caja para alimentar mis gusanitos, y que sabor, el de las moras blancas que venian todavia pegadas a las ramitas con las hojas que recolectaba cada tarde.

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